
Hoy en el almuerzo mi madre comento graciosamente, lo que había sucedido el sábado con mi primito de 3 años. Intentando destacar la viveza del chico, y quizás también como algo irónico, dijo – ya sabe lo que es el miedo. Así es, y no lo dijo porque el pibe se asusto de una sombra, del señor de la basura, o quizás del perro de la vecina, sino lo dijo porque el nene temió salir con ella a la calle a sacar la basura, y temió de esa forma oscura que temen los grandes, con esa gota de silencio, y ese murmullo de ocultamientos. Él, con tan solo 3 años, ya conoce lo que se vive, y me alegro de que no sospeche aun lo que se vivió en este país.
Es imposible salir con miedo a la calle. Es inconcebible una infancia así…es fatalmente perverso lo que ocurre. Y demasiado invasivo el miedo.
Ayer nuevamente me di cuenta de que todo sigue igual, de que las religiones siguen manipulando gente, de que el gobierno nos sigue abandonando, y que la sociedad sigue juzgando todo y a todos. Caí en la cuenta de que nunca se esfumo, de que siempre estuvo presente, y que seguirá estando, por más que uno se encuentre cerca del mar, de la montaña, o se vea perdido en el congo. Siempre estaremos perdidos en nosotros mismos, y dentro de esa nebulosa, juzgaremos indebidamente al otro.
Se necesita un cambio. Pero no ese cambio del que hablan los políticos en tiempos de elecciones, sino ese cambio mentalidad, y esa toma de conciencia. Muy poca gente se conoce, y así, dudo mucho que pueda conocer al otro. También dudo mucho que un grupo de gente conozca mágicamente la necesidad de todos.
Podremos sentirnos mejor o peor, pero el cambio lo tenemos que sentir todos…